jueves

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Existen esas cosas demasiado “Sabineras” juzga Benjamín Prado, escritor y poeta que ha tenido el lujo - y esto sucedió en Praga - de atender de madrugada un llamado desde una habitación vecina en el hotel y escuchar por teléfono: Benja, sólo quiero que sepas que jamás había podido decirle a nadie que era mi mejor amigo, y ahora ya puedo.
Las cosas demasiado Sabineras suelen ser palabras: abril, princesa policía. Prado apuntó algunas en su libro romper una canción, que muestra el motor - así dice él- de Vinagre y rosas, disco reciente que lleva la firma del hombre con voz de caverna que lo llamó de una habitación a otra en Praga y con tanta Sabinería le dijo aquello que, de verdad, ¿quien no querría oír?
Sabineros nombres los de unos gatos gordos, y grandes, y mayoritariamente persas, siete en total: Elvis, Margot, Judas, Lolo, Demon, Rojo y Margarito. Que hacen de este departamento de dos plantas en Tirso de Molina - estamos en Madrid- un territorio de andar cerrando puertas delante de ellos; adonde entran asumen libertades y hacen suya, por ejemplo (y es Elvis en este caso), una silla de ésas de director de cine, que en el respaldo dice Joaquín Sabina.
“Has lo que quieras, estás en tu casa” nos hace sentir como a sus gatos un hombre que ha hecho famosos a unos perros desalmados, unos “perros del diablo”, que se mueven a su alrededor y contra los que lucha las 24 horas. Se trata de una amenaza sobre las que indaga una pregunta de Prado, coautor de 8 de las letras de Vinagre y rosas: ¿Cómo una persona a la que sigue tanta gente te considera tan perdida?.
Bien: bajo la sedante sospecha de que el de hoy no es uno de esos atardeceres de perros, preguntamos a sabina sobre el estado de su voz. Es un asunto de interés. Estamos frente a una larga gira que empezó en España y tendrá uno de sus puntos altos en el show que dará en Buenos aires, en Boca, el próximo 20 de enero.
Ya nos contesta sobre la voz, pero “espera que entra frío”, advierte, y va a cerrar una ventana, antes de sentarse al pie de la mesa ratona, sentarse como los indios en un gesto entre yogui, atlético y de confianza. Una tos musicaliza el movimiento; debe toser también si monta la bici fija que asoma por una puerta. Pero no unimos a sabina con una bici.
“Bueno, mi voz es la que tengo. Fumo, me tomo unas copas y tal… Pero he convencido convencer al público de que cuando venga a verme no espere una gran voz”.
A horas de su show, Sabina descansa esa voz que tiene. Habla con frases que escribe en un anotador. Uno piensa cómo se traducirá en los papelitos el tronante “ Jimeeeeeeee!”, parte de la banda sonora en el hogar de los jotas. Joaquín y Jimena Coronado Merel, la novia. Sabina tuvo la suerte de estar en el lugar justo en el momento indicado -Lima, hace 16 años- cuando una fotógrafa del diario el comercio lo llevó a un balcón para sacarle una foto. Dijo él: “Bueno, ¿adónde vamos esta noche? O, plan B, ¿adónde vas que yo voy?
Aquí estamos. Era Jimmy Page o era Robert Plantel que contaba sobre una sala de ensayo donde lo único que no estaba tapado por equipos era la puerta. Los 12. 000 libros del departamento de Sabina y su conquistadora presencia recuerdan eso. Si el dueño prefiere, uno, la poesía, de todo hay en los estantes. Si prefiere, dos, los libros políticos, la sección argentina se halla nutrida de todos aquellos de los que salen en varios volúmenes. “Me gusta la historia contemporánea de los países con los que tengo lazos de corazón. Leo lo que pillo sobre el peronismo o sobre México o Cuba. No me gusta pasar como un turista japonés.”

Joaquín, escuchando Vinagre y rosas…

(interrumpe) ¡Siempre que me dicen eso me asusto!

… en algunas canciones se percibe un clima de pesimismo. ¿Eso que está grabado se corresponde con el estado de ánimo del artista?

Salvo dos canciones autobiográficas, Viudita de Clicquot y ¡Ay! Carmela, dedicada a mi hija, las demás están hechas con materiales de la memoria y de la experiencia personal del poeta que las escribió conmigo. Benjamín acababa de dejar a una chica y eso venía muy bien para las canciones.

Pero en la canción mas política, “Crisis”…

(interrumpe) Bueno, no sé si es tan política… ¡es una especie de vomito!

Claro, pero describís al “inmundo mundo mundial” con expresiones como “dan ganas de nada mirando lo que hay”.

Es que lo de la crisis es muy duro. Los gobiernos no rescatan a los que sufren la crisis, sino a los bancos, a los ingenieros financieros. Al principio parecía que se habían vuelto todos Marxistas, o que al menos iban a reconstruir el capitalismo de una manera más social. Se han olvidado de eso. Ya no dicen que hay que cambiar los modos de producción, o regular la bolsa.

Volvés a la Argentina, donde abarcas un público muy amplio en edades, gustos sensibilidades. ¿Cómo lo explicas?

Primer, me siento agradecido. Cuando vine por primera vez, Buenos aires se parecía muchísimo a la ciudad de mis sueños, con los cafés, los teatros, las librerías, el tango, Maradona, Charly. Un paisaje mítico que estaba hecho para que me empapara y lo amara. Entonces trate de devolverlo como pude. Los argentinos, y afortunadamente las argentinas, se dieron cuenta de que ese amor era en serio.

Con la temática de los excesos, la infidelidad y el tono anti- institución, ¿acertás en el lugar del “pariente” incorrecto de un tipo de familia argentina de clase media que a la vez reclama el retorno a los antiguos valores”?

Yo cuento una historia de mi generación, de una vida urbana de la que estoy, en contra de mi voluntad y en defensa propia, dimitiendo un poquito. No he podido contar otra cosa. He tenido infinidad de defectos, pero el de la hipocresía no sé cuál es.

“Con 60 que importa la talla de mis Calvin Klein!, cantas. ¿Qué importa?

Bueno, ayer estaba pensando con vistas a una canción sobre las cosas sin las que realmente no podría vivir. Y son cinco; leer, escribir, los amigos- que no son más de dos o tres, novias incluidas-, leer y fumar.
Leer está repetida.

Bueno, es la primera. No hago otra cosa. Aún en la época más loca, de madrugada y en bares infames, tenía mi libro.
De Vinagre y rosas se ha leído que ha alegrado días, y viajes al trabajo, y ha hecho a cierta gente volverse joven otra vez. Se ha opinado que la voz de ahora, muy bien, pero cómo se extraña la otra; que se hubiera buscado un productor, en lugar de cerrarse al núcleo de amigos…

¿Qué novedades trajo el disco?

No creo que muchas. Después de cuatro años no pretendía sorprender con malabares de vanguardia. Es una colección de canciones que no me daría vergüenza oír en un taxi.

¿Hay alguno de tus discos que te cueste escuchar, por los arreglos, las letras, o lo que fuera?

El primero pertenece a la historia universal de la infamia. Mi favorito 19 días y 500 noches. Me gusta mucho cuando oigo algún tema en un taxi, no es que lo ponga aquí en casa.
Qué tentación ahora: acaba de recibir en casa una caja con la reedición en vinilo de toda la discografía anterior a Vinagre… No hay tocadiscos. Ya irá Jime a conseguir uno. Antes - y esto es diario- le toca pasar por la librería para traerle al novio el último de los diarios de Andrés Trapiello, Troppo Vero, un volumen que en el prólogo incita a los lectores a olvidarse, “como Stendhal cuando escribía”, del paso del tiempo.
No parece un consejo fácil de asumir. “Me preocupa, como a cualquier tipo que cumple 60 y ya está aterrorizado con cumplir 70. Y más aterrorizado aún de no cumplirlos.

¿Qué creías que era tener 60?

Yo era de los que pensaba que los que llegaban a los 40 años eran vendidos asquerosos. Hoy prefiero ser un cantante vivo a un cantante póstumo.

El diario no hablaba de ti

Un día de Sabina empieza a las diez de la mañana con los diarios sobre la mesa; sigue con un almuerzo en casa, luego” un poco de telebasura”, y alguna salida con amigos. “Por suerte vivo en un barrio muy sensato, lleno de inmigración. Es una zona donde se dan experimentos multiculturales muy interesantes. No tiene esa batería boba por los famosos. De hecho hay muchos por aquí, que prefieren vivir en Tirso de Molina y no en una dacha soviética. Además, no tengo remedio: no sé conducir, no tengo coche, no uso teléfono, no uso Internet…”

¿Es un principismo?

Sé que me pierdo algo. Pero uno no esta en este momento para perder tiempo con cualquier anónimo baboso, o cualquier anónimo vociferante.
Se ríe sabina: una forma de dejar claro que no hay nada con los anónimos, apenas con los babosos o vociferantes; la risa es franca e involucra una sacudida de hombros y largos ajajá. Fuma. “Ni quiero pensare cuántos “. Cuando no fuma tiene un cigarrillo de plástico en la mano. “He dejado los vicios realmente peligrosos”.

Que son…
Que es la cocaína. La he dejado hace diez años, sin ningún problema. Luego oigo agente decir que le ha costado un infierno. No es mi caso.

Y nos dieron las diez…

La puerta del vestiario - así escribe en gallego - estaba cerrada hasta que un señor flaco, de traje azul a cuadritos, abre la puerta en busca de compañía. “Vengan que empezó el partido”, grita. No es bueno ver el fútbol solo, en el camarín hay una tele, en la tele el Barcelona le quita con arte el vestido al Inter, y Sabina invita lo que hay sobre la mesa. Algo de beber, una tortilla, té con miel. Unos mohines quién sabe si de torero ayudan a sosegar los nervios. Tres mil personas en el complejo As Travesas, en Vigo, están listas para escucharlo. Es hora del tercer show de la gira y con Tiramisú de limón, de potente estribillo, Sabina ataca de nuevo. La chica de los coros, Mara Barros, está vestida con pollerita de tenista. No pasa un minuto de show y ¿qué mira Sabina? La plata demuestra el éxito de los bombines de Sabina, a 15 euros. Y nos dieron las diez pone a la gente a cantar; Medias negras, a prender los encendedores; Que se llama soledad, a besarse más; un bombo peronista con motivos naif, a pegar unos saltos.
El Boca del 20 de enero debería ser el último. Después de esta gira, no habrá más shows masivos. “no terminan siendo conciertos de canciones, sino celebraciones paganas. Y a uno ya le apetecen que se oigan los matices. Boca es la gran despedida. Con los músicos creíamos que habíamos vivido todo, pero no habíamos vivido Boca. En el último show con Serrat, yo lo vi llorar”.
Con Serrat son grandes amigos. Tuvieron una relación de maestro-discípulo. “Hoy somos cuates”, se alegra Sabina.

¿No lo habías visto llorar antes sobre un escenario?

Nunca así.