
Toda la actuación estuvo salpicada con otras melodías merecidamente consagradas en la historia de la música española. Los acordes iniciales de “Y nos dieron las diez”, “Conductores suicidas” o “Medias negras” lograron que los que disfrutaban de las localidades con asiento, saltarán de él.
Fervientes admiradores, con solera, tiene Sabina en Bilbao y alrededores (léase, el resto del mundo, como dicen por aquí). Y como lo sabe bien, quiso disculparse por la última cancelación de su concierto debido a lo que llamó “un accidente escalerallil y costilleril”.
Rememoró para su público momentos intensos vividos en esta ciudad, como el sentido y especial homenaje a Chavela Vargas celebrado en el bilbaíno Teatro Arriaga hace unos años. Esto le sirvió para volver a honrar de nuevo a la gran señora del género ranchera. Esta canción habla de un boulevard, el de los sueños rotos, que por que no, bien podría referirse al local hostelero legendario y de mismo nombre, situado en la parte vieja del botxo.
Tal vez por ello, las luces de los focos en esta ocasión eran de color verde, rojo y blanco; los colores de la bandera vasca. Bonito detalle.
Al echar un vistazo por el recinto, se veía por todas partes decenas de bombines en las cabezas de muchos asistentes, seña de identidad del maestro en los últimos años. Tantos eran que se podía jugar a “Dónde está Sabina”. Pero no jugó al despiste en ningún momento, y menos con su repertorio de la pasada noche. El comienzo de “Y sin embargo” arrancó una ovación inmensa. La interpretó junto a él, con muy buen gusto, su nueva corista, Mara Barros.
El guitarrista bilbaíno Jaime Asua, miembro de la banda, se arrancó en un dueto con el jefe e hicieron cantar con ganas a todo el personal “Llueve sobre mojado”.
En total, Sabina y compañía ofrecieron unas 20 canciones que hicieron un recorrido nostálgico por toda la carrera del caballero con bombín, que eligió su “Princesa” como colofón final, tocada al más puro estilo Rock and Roll.
Desgañitándose pedían los asistentes un “bis”, que Sabina no quiso negar a sus entregados fans, y agradecido, volvió a escena para marcarse un repaso rápido por unas cuantas piezas de la larga lista de números uno que tiene en su haber.
Así pues, solo quedaba ya recoger todas las rosas y vinagre vertidos en algo más de dos horas de música de alto voltaje y nivel superior.