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Joaquín Sabina y Benjamín Prado en Alicante

Joaquín Sabina y Benjamín Prado trenzan un minué lírico durante su intervención en el ciclo "Poetéame" organizado por la CAM, el Gil-Albert y la Diputación de Alicante. El cantante y el poeta pusieron de manifiesto su amor incondicional hacia la poesía. Un auditorio totalmente abarrotado recibió cada poema con clamor y agradecimiento.

La velada, más que un encuentro entre dos amigos que debían hablar sobre las intersecciones entre la música y la poesía, parecía un duelo lírico para ver quién embaucaba al auditorio con el verso o la frase más poética.

Joaquín Sabina y Benjamín Prado comparten una afición manifiesta por la literatura, en concreto por la poesía. Uno es el alter ego del otro. Muchas veces parecen la misma persona. Sus gustos, sus filias y sus fobias, son prácticamente idénticas. Tienen una visión de la vida en régimen nocturno, retratan el paisaje urbano a base de beldades callejeras, luces de neón y personajes solitarios que buscan amparo en paraísos artificiales. Se nota que tienen cierta debilidad por el lado amargo de la sociedad del bienestar.

Joaquín Sabina y Benjamín Prado hasta se parecen físicamente. Tienen un porte entre elegante y desgarbado, son flacos y espigados, como si su osamenta se fuese a resquebrajar en cualquier momento. Mientras el poeta tiene un rostro agitanado con una nariz aguileña, Sabina proyecta una tocha puntiaguda, incisiva.

Ya fuese con acento andaluz (Sabina), o con cierto tono chulesco madrileño (Prado), ambos protagonistas abordaron temas tan diversos como la amistad, la infancia, el amor despechado, la muerte, la música o la supervivencia a través del paso inexorable del tiempo.

Antes de hablar sobre lo divino y lo humano, Sabina rompió el hielo con un poco de humor. "Tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que no voy a cantar, la mala es que a lo mejor canta Benjamín Prado". Desde este momento, el público ya estaba entregado.

Fue el poeta el que comenzó el minué lírico. Lo hizo con el tema de la amistad de fondo, en una clara loa a su compañero de mesa. "Cuando alguien me pregunta quién es Joaquín Sabina, respondo que un cantante que además es mi hermano, y hablo de su talento, de su risa sin esquinas, de su popurrí de mago y artesano (....) Si se trata de ser culto, él jamás escurre el bulto. Fui con él a un afterhours a tomar la última copa, y me citó a Schopenhauer a lo largo del guardarropa. Siempre ha considerado, si hablamos de comer, la manzana de Newton peor que la de Eva, y si se pasó un poco, lo hizo por aprender, es de los que no opina si no prueba (...) Cuando alguien me pregunta quién es Joaquín Sabina, respondo que un cantante que además es mi hermano; su casa para mí nunca fue una oficina, la llave de la mía siempre estará en su mano". "Me ha costado unos euros", reverenció irónicamente Sabina.

En este capítulo sobre la amistad, el malogrado poeta Ángel González tuvo un lugar destacado. "Siempre digo que a lo largo de la vida he tenido grandes amigos, que incluso después de muertos, me siguen dando buenos consejos. Ángel González era uno de ellos", explicó Prado antes de dedicarle un poema. Por supuesto, también hubo recuerdos hacia Rafael Alberti, por el que Sabina & Prado sentían veneración.

A continuación el cantante de Úbeda se soltó con unos versos autobiográficos. Quizás fuese la intervención más celebrada por los asistentes, entre los que se encontraba el maestro Luis Francisco Esplá. "A los catorce, parece que fue ayer, el rey Melchor se lo hizo bien conmigo, y me trajo por fin una guitarra. Aquel adolescente ensimismado que era yo con granos y complejos, en lugar de empollar física y química, mataba las horas rimando en un cuaderno a rayas versos llenos de odio contra el mundo y los espejos (...) Vivía en un sitio que se llamaba Úbeda, y algunas noches, mientras mis padres dormían, me daban las diez, y las once, y las doce, y la una...Practicando con sordina en mi flamante guitarra, o iniciándome en el furtivo y noble arte de la masturbación, o suspirando por mi vecina, una rubia de bote que suspiraba por un idiota moreno que tenía una bici de carreras y jugaba al baloncesto (...) Sólo se me ocurrían tres maneras de atraer su atención: triunfar en el toreo, atracar un banco o pegarme un tiro (...) Pero ahora con el paso de los años no me quejo. Tengo amigos, y memoria, y risas, y trenes y bares, y una mala salud de hierro, y de cuando en cuando, una rubia de bote me tira un beso desde el público aprovechando un despiste de su novio, ese idiota moreno que juega al baloncesto".

El tópico del amor era casi una obligación entre los invitados. Fue sin embargo una mirada despechada, vengativa, como si quisiesen ajustar cuentas con Cupido. Así comenzó Benjamín Prado a contar sus agravios amorosos: "No me cuentas tu vida, no me des la mitad de lo que ya no quieres, no me hables del pasado, si quieres encontrar respuestas, corre en dirección contraria a las preguntas (...) Acuérdate, no existe mayor preso que el que duda entre dos puertas abiertas (...) Lo que no busca nadie, deja de estar perdido. No me cuentes tu vida, y entonces será sólo para ti, y para mí".

"Benjamín cuenta estas cosas porque su novia le ha dejado. Benjamín lo cuenta diciendo: Ella se fue con otro, y entonces después yo la mandé a la mierda", apostilló Sabina. "El caso es que así nos encontramos en un bar, él estaba jodido porque le había dejado su novia, y yo lo estaba porque mi novia no me dejaba... No me dejaba acostarme con otras". Fue con este desencuentro como nació el disco "Vinagre y rosas". De esta manera nació esta canción. "Vine a Praga a romper los vaivenes de la rutina, vine a Praga cambiar mis dorados por tus marrones, vine a Praga a tatuarme un sicario con mi bombín, vine a Praga a rezar el rosario con Benjamín".

La supervivencia a través del paso inexorable del tiempo fue introducida con estos versos: "Una noche Joaquín tuvo el acierto de esquivar el puñal de la gran dama. Hoy siente que es un pájaro sin rama. Se siente un buzo azul atado a un puerto y necesita cosas que no ama (...) Luz sin llama, miedos sin lobos, huellas sin desierto (...) Yo he venido a decirte que te equivocas, que aún es brillante todo lo que tocas (...) Sabes que la vida como el arte, si no está en ti, no está en ninguna parte. Lo que importa es la isla, no el tesoro".

El final vino con sorpresa. Sabina cantándole una balada a España. Quizás recordando que los poetas más rojos de este país han utilizado el término España sin prejuicios, sin recelos rancios. Así lo atestigua la poesía de Miguel Hernández, Neruda o Lorca. "Madrastra España a la hora de la siesta, la puta que se enamora, la fruta que se indigesta, que al filo de la cucaña mira pa otro lado. Bendita España de Azañas y Machados".

Ovación general.

Fuente: lacronicavirtual.com