
Con su voz borrascosa, Sabina saludó, parafraseó una poesía que acabó con "es un lujo volver a Rosario". La ovación dejó un espacio para que el cantor agradeciera a todo el público argentino por su apoyo y recordando que era la última estación de su tour de presentación de "Vinagre y rosas" dijo: "Una gira que no llega a Rosario es una gira de mierda".
A las 21 exactamente las luces del estadio de Newell’s Old Boys se apagaron, el público rugió y Joaquín Sabina salió a escena con su infaltable sombrero bombín para interpretar "Tiramisú de limón", uno de la veintena de clásicos con que el cantante español regresó a Rosario después de dos años y medio. Su última visita fue con Joan Manuel Serrat cuando en 2007 presentaban juntos "Dos pájaros de un tiro".
"Parte meteorológico" fue una caricia para los fans y después "Por el bulevar de los sueños rotos" puso las cosas en su lugar con su acostumbrada sensación de fracaso y redención.
El show dio un giro con la cadencia de Fito Páez que transpira "Llueve sobre mojado". Sobre ese tema presentó a la banda Pereza y a su acompañante, Marita Barros. Más tarde, Sabina se echó a volar con "Aves de paso", mientras una noche de luna arábiga propinaba el clima ideal para el show. La gente cantó junto a su ídolo "Peor para el sol" al tiempo que los reflectores la iluminaba y la hacía más presente.
De confesiones
El cantautor contó la anécdota vivida con su amigo, el poeta Benjamín Prado, con quien escribió su último disco, "Vinagre y Rosas" luego de unas copas y un viaje a Praga. "Cristales de bohemia" llenó de piano la tranquila noche, "Una canción para la Magdalena" mostró el rostro menos trágico de la prostitución con Marita y Joaquín haciendo negocios, y "Peces de ciudad" llamó al silencio y a la ensoñación. "Me dieron tantas veces por muerto", recitó y arrancó un estruendoso acompañamiento de palmas con "Cerrado por derribo".
Luego las canciones se hicieron un poco más crudas gracias a "Embustera", más profundas a través de "Calle melancolía" y más festivas con "19 días y 500 noches" y "Princesa" hasta la apoteosis, en dirección al final de un espectáculo, tan austero en su puesta (que perdió algunos de sus elementos con el viento en otras ciudades de la gira) como emocionante en su contenido.
Más como una misa que como un concierto, el show se movió entre las melodías nocturnas y la poesía de bar de Sabina y el afecto de los rosarinos por alguien a quien ya consideran uno más en el Pago de los Arroyos.
Una extensa "Y sin embargo te quiero" le dio ritmo de tango y flamenco a la velada, que más que velas exhibió cientos de cámaras de celulares. Con Sabina en la guitarra el rito se hizo garganta.
Para todos
Cuando Sabina habló con el público, por primera vez no tuvo inconvenientes en congregar a las dos hinchadas del fútbol de la ciudad y con un "hola leprosos y canallas" los invitó a cantar con él, con la única bandera de la música.