Todos los conciertos de Joaquín Sabina son una verdadera experiencia no sólo musical, sino de vida. Desde temprano comenzaron a llegar los seguidores de "El Flaco", público de todas las edades y de todos los estilos, desde adultos mayores hasta jóvenes, trovadores, rockeros, baladistas, hippies y demás disfrutaron del que prometió ser el último concierto masivo del español.
Minutos después de las 21:00 horas las luces del Telmex se oscurecieron para iluminar la escenografía, la imagen de una ciudad en la que contrastaban las viejas casonas y los altos edificios, iluminados de morado.
"Tiramisú con limón" fue la canción que abrió el concierto, no podría ser de otra manera, pues su gira promociona precisamente su nuevo disco "Vinagre y Rosas". Sabina saludó al público y luego con una reverencia presentó a su banda y las primeras palabras que dirigió a los más de nueve mil asistentes fueron "Jalisco, no te rajes".
Aunque el concierto estuvo de enérgicos ánimos, la gente se levantó poco de su lugar, pues a muchos les incomodaba que la gente perdiera la "compostura"; así, con la euforia reprimida, pero siempre cantando y aplaudiendo sonaron "Ganas de", "Medias negras", "Aves de paso", "Peor para el sol", y "El boulevard de los sueños rotos".
Antes de presentar "Praga", recordó la historia de la inspiración de este nuevo disco: "La estabilidad doméstica, no digo felicidad, porque todavía no he caído tan bajo, es estupenda para ver los partidos de futbol, pero no para escribir canciones", así que le dio los créditos a su amigo, el escritor Benjamín Prado".
"Y sin embargo" fue una de las canciones que puso a algunos de pie, pero el éxtasis del concierto vino con "Nos sobran los motivos", todos parados cantaron al unísono y algunos se acercaron a estrechar las manos del cantautor.
A las 22:50 se despedía por primera vez con "Calle melancolía" y ya nadie volvió a su asiento porque siguieron "19 días y 500 noches" y "Princesa". Sin embargo, la noche concluyó como el mismo Sabina lo anunció con: "Un poquito de rock and roll para terminar", pero antes obviamente no podían faltar "Noche de boda" ligada con "Y nos dieron las diez" para irse definitivamente después de rockear con "La del pirata cojo", "Pastillas para no soñar" y "Crisis". El español fue despedido con fuertes aplausos y ovaciones de pie, habían transcurrido cerca de dos horas y media y el público había sido consentido con casi 30 éxitos del maestro.
Afuera del Auditorio, cientos de fanáticos se lanzaron sobre la mercancía del cantautor. Sombreros, camisetas, bufandas, llaveros y demás parafernalia se vendieron como pan caliente. Adentro, el principal capital que fue comerciado fue el de las emociones. Al amor, la juventud, la soledad, la nostalgia, lo cotidiano y lo abstracto, Sabina toca con la mano la amplitud del espectro emocional de cada uno de sus seguidores. Igual les deja una rosa en el alma que una gota de vinagre en el corazón.
Minutos después de las 21:00 horas las luces del Telmex se oscurecieron para iluminar la escenografía, la imagen de una ciudad en la que contrastaban las viejas casonas y los altos edificios, iluminados de morado.
"Tiramisú con limón" fue la canción que abrió el concierto, no podría ser de otra manera, pues su gira promociona precisamente su nuevo disco "Vinagre y Rosas". Sabina saludó al público y luego con una reverencia presentó a su banda y las primeras palabras que dirigió a los más de nueve mil asistentes fueron "Jalisco, no te rajes".
Aunque el concierto estuvo de enérgicos ánimos, la gente se levantó poco de su lugar, pues a muchos les incomodaba que la gente perdiera la "compostura"; así, con la euforia reprimida, pero siempre cantando y aplaudiendo sonaron "Ganas de", "Medias negras", "Aves de paso", "Peor para el sol", y "El boulevard de los sueños rotos".
Antes de presentar "Praga", recordó la historia de la inspiración de este nuevo disco: "La estabilidad doméstica, no digo felicidad, porque todavía no he caído tan bajo, es estupenda para ver los partidos de futbol, pero no para escribir canciones", así que le dio los créditos a su amigo, el escritor Benjamín Prado".
"Y sin embargo" fue una de las canciones que puso a algunos de pie, pero el éxtasis del concierto vino con "Nos sobran los motivos", todos parados cantaron al unísono y algunos se acercaron a estrechar las manos del cantautor.
A las 22:50 se despedía por primera vez con "Calle melancolía" y ya nadie volvió a su asiento porque siguieron "19 días y 500 noches" y "Princesa". Sin embargo, la noche concluyó como el mismo Sabina lo anunció con: "Un poquito de rock and roll para terminar", pero antes obviamente no podían faltar "Noche de boda" ligada con "Y nos dieron las diez" para irse definitivamente después de rockear con "La del pirata cojo", "Pastillas para no soñar" y "Crisis". El español fue despedido con fuertes aplausos y ovaciones de pie, habían transcurrido cerca de dos horas y media y el público había sido consentido con casi 30 éxitos del maestro.
Afuera del Auditorio, cientos de fanáticos se lanzaron sobre la mercancía del cantautor. Sombreros, camisetas, bufandas, llaveros y demás parafernalia se vendieron como pan caliente. Adentro, el principal capital que fue comerciado fue el de las emociones. Al amor, la juventud, la soledad, la nostalgia, lo cotidiano y lo abstracto, Sabina toca con la mano la amplitud del espectro emocional de cada uno de sus seguidores. Igual les deja una rosa en el alma que una gota de vinagre en el corazón.