sábado

Pongamos que hablo de Alicante

Lo mejor que tiene Sabina, Joaquín Sabina, es que siempre es Sabina. Y con Vinagre y rosas no iba a ser menos. Anoche tocó en la Plaza de Toros de Alicante como lo ha hecho en otras ocasiones anteriores, conservando ese halo de autenticidad que le caracteriza, intacto. A pesar del porros sí, porros no. El tabaco mata. Y la copa, políticamente incorrecta, imprescindible. A pesar, incluso, del "no mires atrás que ya no estoy", que diría Sabina, es más, que dice, en esa especie de estribillo de "Tiramisú de limón"; el primero de los éxitos del CD objeto de la gira, que el poeta urbano -suburbano, dicen sus fieles-, ha calificado de "fúnebre y crepuscular", seguramente, incapaz de omitir ese suave aroma de nostalgia del desamor que a Sabina le prohíbe su religión, abandonar.
Ha vendido 7.000 entradas. La media habitual en el cantante que, a pesar de todos los males del mundo, continúa soñando con que no le cierren el bar de la esquina. Pidiendo a Dios que el fin del mundo le pille bailando, -a ser posible con Chavela Vargas-. Y esperando, definitivamente, que los que matan se mueran de miedo. Con todo y con eso, llega a Alicante pisando fuerte, con una espectacular puesta en escena, acompañado de un marinero, un acordeón y los acordes de Lili Marleen. Nuestra ciudad es una parada más en su Estación Trasnochada, una gira que le ha aupado sobre 73 escenarios repartidos en 12 países.
Se respiró un ambiente amigable, con esa sensación de que uno va a ver a los de siempre. E indiscutiblemente, como suele ocurrir en los conciertos de aquellos elegidos que marcan una época, sin saber cómo ni cuándo han entrado a formar parte del Olimpo, melancólico. El regusto de clásicos como: Pongamos que hablo de Madrid, Y nos dieron las diez. 19 días y 500 noches, Pacto entre caballeros, dedicada a la inestimable dama y compañera de desengaños del artista, Chavela Vargas, llevó al público, leal hasta que la muerte los separe, al éxtasis. Pongamos que hablo de Alicante.
No hay que olvidar que Sabina es escuela. Aún a pesar de adeptos y detractores.

Rosas sí, vinagre no
Sirva este espacio para felicitar a Benjamín Prado, asiduo y amigo personal del cantante y, según cuenta, corresponsable de que, después de ocasionales y disfrazadas reticencias, la magia del "no sé por qué, pero vamos, a ver qué pasa", los situase en un avión rumbo a Praga, donde se respira transgresión y primavera, para hacer valer una amistad que dura más de 30 años y atestiguar que Sabina mantiene intacta su capacidad de seguir creando.