
Ayer los hubo de todos los perfiles. Grandes y pequeños, argentinos y mallorquines, rumberos y rockeros, todos rendidos al carisma y la leyenda de un incombustible crápula que suma ya la respetable cifra de 61 años y quince álbumes con su nombre en la portada.
Y nos dieron las diez, y las once..., se escuchaba por los altavoces mientras la gente buscaba sitio. El espacio se comprimió en cuanto resonaron las notas de la mítica Lili Marlen, y una ovación retumbó al aparecer el trovador del sombrero, dispuesto a dejarse el alma hasta los huesos. "Bona nit Palma, buenas noches Mallorca", saludó después de entonar Tiramisú de limón. Sabina, que "nunca tuvo más religión que un cuerpo de mujer", y que encontró a una de las suyas en tierras mallorquinas, recordó sus tiempos de mili en la isla, y aclaró que aunque es cierto que "hablar bien de donde uno hizo la mili siempre es difícil", en el caso de la isla, "un sitio en el que uno se muere por volver y volver", es una excepción. "Es en lo único en lo que estoy de acuerdo con el Borbón", bromeó el trovador de voz de lija.
Amigo de sus amigos, no se olvidó de su Chavela Vargas, ya con 91 añitos, al dedicarle la conocida Por el boulevard de los sueños rotos. Sus fieles corearon sus coplas y ocurrencias, se entregaron a sus versos y vibraron con sus movimientos, como cuando se quitó su chaqueta. "Guapetón", le gritaron las más atrevidas. Peor para el sol fue uno de los temas hermosos de la velada, que encontró sus momentos culminantes pasados sesenta minutos, cuando empezaron a caer los clásicos. Lástima que el jienense haya decidido dedicarle más tiempo a escribir y menos a cantar, aunque quizá remiende lo que nunca quisieron escuchar.