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Joaquín Sabina y Benjamín Prado abren hoy el ciclo "Poetéame"

"Para seguir siendo Sabina, Joaquín tiene que trabajar muchísimo", nos avisa Prado, en el ciclo de "Poetéame" que, organizado por el IAC Juan Gil-Albert, en colaboración con la CAM.

El recital, tendrá lugar hoy a las 20,00 horas en el Aula CAM de Alicante, contará además con Benjamín Prado, su amigo y más estrecho colaborador para la composición de sus canciones.

Esta cita será, por tanto, una oportunidad excepcional para adentrarse en el Sabina letrista, en el arquitecto literario que empalma notas con sentimientos, y que le han convertido en uno de los artistas de referencia en nuestra música y en nuestras letras. De hecho, Sabina comparte en el mercado tantos discos como buenos libros.

Y más allá de lo que depare la actuación de hoy, la química de Sabina y Prado es más que manifiesta, tal y como afirma el poeta: "Hay una especie de combustión entre nosotros. Es un problema de carácter, seguramente de gustos literarios, musicales, de talante personal, y por la razón que sea, funciona. Es muy raro que dos tipos se pongan siete meses a escribir un disco y no solo lo hagan sino que estén orgullosos de él y no acaben odiándose. Es más, creo que hemos salido de esto más que amigos".

La fórmula de "Poetéame" invita a la improvisación. Y ésta la manejan como arte de magia Sabina y Prado. De hecho, éste último, cuando el pasado año llegó a San Vicente del Raspeig para una actuación de este mismo programa con sus amigos de "Pereza", cambió el guión de golpe. Cientos de jóvenes se apelotonaban en la puerta, y sobre el escenario, una mesa y un par de sillas. "Quítalo todo, y que se coloquen tres micrófonos altos", solicitó. Colocó a ambos cantantes de Pereza a su lado, él mismo ocupó el centro, y el recital combinó durante más de una hora los mejores versos y canciones de los artistas. Y el público contestó con lo suyo, con los mismos aplausos.

Puede que la actuación de Sabina y Benjamín Prado hoy en Alicante siga una estela similar. O puede que no. Pero en esa incertidumbre radica precisamente el encanto de una programación donde todo el peso recae sobre los artistas y, solitos ellos, responden con lo mejor que tienen al público congregado.