El poeta, el cantante, el autor, el genio de Úbeda, se dejó el alma en el escenario y con su voz rota, marca de la casa, y unas letras que forman parte ya de la vida de unas cuantas generaciones construyó un espectáculo digno de las grandes noches. Una chaqueta de frac negra y su inseparable bombín aliñaron un menú en el que hubo vinagre, rosas y mucho más. 30 años al pie del cañón y 20 discos dan para mucho, así que fue generoso y apenas tardó dos temas en ofrecer, bien administrados, esos éxitos que los más de 3.500 asistentes recibieron con las gargantas a punto (y algunos bombines).
Los primeros acordes fueron para Lili Marlén. Con ellos salió su tripulación y después el capitán, que se arrancó con Tiramisú de limón. El primer regalo fue Ganas de, para calentar, y después para ofrecer su primer saludo a "esta Castilla tan vieja y esta plaza tan nueva", agradecer el "vientecito" y continuar con Medias negras. La noche prometía, y así fue viajando por sus discos y sus temas, cantando al amor y al desamor, al destino, al olvido, a las historias que solo pasan en los bares... Aves de paso, Peor para el sol (donde se quitó la chaqueta) y el primer guiño abulense con La Santa para introducir a "Santa Chavela" y El Bulevar de los sueños rotos. La noche se animaba.
Con el Llueve sobre mojado introdujo a todo su equipo pero llegó el parón, con dos canciones a cargo de Pancho Varona y de su joven corista Mara, un cambio de ritmo que le costó levantar pero que consiguió con oficio y guiños al público (se quitó el bombín) y tirando de temazos como Y sin embargo (impresionante), La Magdalena (todo un numerito) y 19 días y 500 noches. La apoteosis llegó con Princesa, para una traca final que cerró, cómo no, con sus pastillas para no soñar.
Los primeros acordes fueron para Lili Marlén. Con ellos salió su tripulación y después el capitán, que se arrancó con Tiramisú de limón. El primer regalo fue Ganas de, para calentar, y después para ofrecer su primer saludo a "esta Castilla tan vieja y esta plaza tan nueva", agradecer el "vientecito" y continuar con Medias negras. La noche prometía, y así fue viajando por sus discos y sus temas, cantando al amor y al desamor, al destino, al olvido, a las historias que solo pasan en los bares... Aves de paso, Peor para el sol (donde se quitó la chaqueta) y el primer guiño abulense con La Santa para introducir a "Santa Chavela" y El Bulevar de los sueños rotos. La noche se animaba.
Con el Llueve sobre mojado introdujo a todo su equipo pero llegó el parón, con dos canciones a cargo de Pancho Varona y de su joven corista Mara, un cambio de ritmo que le costó levantar pero que consiguió con oficio y guiños al público (se quitó el bombín) y tirando de temazos como Y sin embargo (impresionante), La Magdalena (todo un numerito) y 19 días y 500 noches. La apoteosis llegó con Princesa, para una traca final que cerró, cómo no, con sus pastillas para no soñar.